Claudia Ammirata

Darme cuenta de que todo existe en la transitoriedad, la huida y la desaparición, activó en mí una profunda certeza de que tanto el momento como nuestros cuerpos son efímeros y de que nuestros recuerdos del pasado serán cada vez más lejanos.
Junto con los momentos que se perderán definitivamente en el tiempo, esta sensación de impermanencia me motivó a registrar situaciones que se manifiestan poéticamente, centrándome en capturar la esencia de instancias que, de otro modo, nunca serían las mismas.
También me interesaba encontrar elementos que pudieran conectarnos de algún modo con el pasado de otras personas. Los objetos y las joyas podían vincular la vida de los que ya no están con nuestra propia vida en el presente. Aunque esas cosas puedan pasar de una generación a otra, por desgracia, la fragilidad de nuestras experiencias seguirán desvaneciéndose inevitablemente hacia el olvido: no hay belleza sin muerte.